24/3/10

abrazo


Un abrazo es un acto que ya tiene varias dimensiones. Implica al menos a dos, porque un abrazo a sí mismo a cualquiera le suena a simio, a desfasado, a narcisista. El abrazo consiste de al menos dos: uno que abraza y otro que es abrazado. Son los brazos los que abrazan y entre ellos hay alguien más que uno. El abrazo es un acto de comunicación.
Un abrazo nos pone en la situación peculiar y única de estar con otro. Nunca estamos con alguien como con cualquiera. Nunca tenemos tiempo de ponernos a pensar estas cosas, pero siempre que estamos con alguien somos otros. La vecina que nos tira mala onda nos hace ser antipáticos. El portero que nos hace chistes tan temprano nos hace simpáticos. El taxista que pone el seguro de la puerta trasera cuando se acerca un pobre nos hace impotentes o gritones o pasajeros ya tensos por la radio sintonizada en la 10.
Los demás van sacándonos de a una las cartas apiladas que somos. Sartre dijo que el infierno son los otros. También son el cielo, la nube y el rayo. Los otros son los que nos sacan de nuestra introspección, de esa mitad que somos reconcentrados en nosotros, de nuestros pensamientos recurrentes, de nuestros soliloquios. Los otros nos determinan. Ellos completan todas las circunstancias que vivimos.
El abrazo, así, puede ser íntimo y privado, pero nunca individual. Siempre hay alguien que abraza y alguien que es abrazado.
El abrazo también puede ser colectivo. Los abrazos como forma de manifestación implican respaldo y protección. Cuando se abraza a un hospital, es porque algo en él corre peligro, porque se valora a su personal o porque hay una amenaza. El abrazo a un tribunal puede querer decir que se respalda y se quiere proteger algo que allí corre peligro. Una causa, por ejemplo. Una causa que no avanza o que será condenada extrajudicialmente por la Justicia. Lo ideológico también es extrajudicial. Los grandes avances del derecho se han dado cuando la interpretación de las leyes ha podido saltear lo ideológico. Tiene que ver con esto la venda de la Justicia. Con no elegir a uno y perjudicar a otro por motivos de raza, religión o ideología.
“Madres de la Plaza, el pueblo las abraza” un canto que nos acompaña desde hace más de treinta años como pueblo, implica el sostén y la solidaridad de muchos con ellas, que fueron puestas a sufrir el duelo sin fin de las desapariciones. Nos faltan 30.000 dirigentes políticos, sindicales y barriales de 50 años. Nos las hemos tenido que arreglar sin ellos, que seguramente habrían arrojado referentes políticos que hoy no tenemos. Tenemos ese Congreso con esos personajes inenarrables, que reciben y dan continuamente transfusiones de los grandes medios. Intercambian objetivos, deseos, anunciantes, estrategias, material judiciable. La evidente reivindicación del terrorismo de Estado que se puso en marcha discursivamente hace ya meses se corona esta semana con la actuación de la Cámara de Casación en la causa Noble y con el tratamiento vergonzoso que recibió la causa Sarmiento.
Para colmo, la muerte de dos adolescentes de Baradero en un hecho en el que un móvil de la Dirección de Tránsito es sospechado de haberlos perseguido y atropellado es leída para los espectadores de los dos canales de noticias por César Scollo, a quien presentaron como “periodista” pero está imputado en delitos de lesa humanidad, entre ellos uno que le adjudica la desaparición del hijo de Sara Cobacho, la titular de la Secretaría de Derechos Humanos provincial que en diciembre fue atacada.
Este 24 nos encuentra recordando más que nunca, conectados como hace mucho tiempo que no estábamos con la memoria. En los años que han pasado, hasta Chiche Gelblung tuvo un programa que se llamó Memoria. La palabra fue expropiada por los que no entran nunca en el sentimiento popular y ético de lo que significa la memoria en la Argentina. No solamente a un vip uno tiene o no acceso. A los sentimientos populares también. Hay gente que no tiene la predisposición moral necesaria para entrar en una dimensión colectiva del amor. O de la pulsión de vida, que es lo mismo.
Este 24 el abrazo a las Madres y las Abuelas es más fuerte, más hondo y más intenso. Porque cuando abrazamos no estamos nunca solos y porque recordamos. Ni olvido ni perdón fue la consigna de estos treinta años. Y el pedido, siempre el mismo, aunque todavía haya que gritarlo: justicia

16/2/10

FELIZ MARTES DE CARNAVAL!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!



Que no se vaya nunca más la retirada

La actividad de las murgas viene creciendo desde 1985. Por ese entonces casi no existían y hoy ya son más de cien. Hay proyectos oficiales para recuperar los feriados de Carnaval, eliminados por la dictadura y hoy vigentes sólo en la ciudad.


Sos la murga que nace en la entraña del malón, de la raza que destila este sudor”, dice el tema “Negra Murguera”, de Bersuit Vergarabat, como tributo musical a un fenómeno cultural que se apropia de las calles de Buenos Aires durante febrero, amalgamando estandartes, disfraces y desfiles en una variedad de personajes paridos por las agrupaciones barriales. Con un origen en las fiestas paganas de la antigüedad que se brindaban en honor al dios del vino –Dioniso en la mitología griega–, el Carnaval se remonta cinco mil años atrás a Sumeria y Egipto; celebración que rescata antiguos elementos de las fiestas de invierno romanas o Saturnalias, donde amos y esclavos eran libres de intercambiar vestimentas y roles. Y aunque llegó al Río de la Plata con el hombre blanco, entre el abanico de celebraciones que el calendario gregoriano determina, el Carnaval está entre los momentos del año donde el ingenio y lo popular se estrechan en un abrazo fraterno e interminable. Página/12 dialogó con dos antropólogas de la Universidad de Buenos Aires especialistas en el Carnaval porteño para adentrarse en sus orígenes, significados y rituales. Analía Canale es licenciada en Ciencias Antropológicas de la UBA y becaria del Conicet en el Instituto de Ciencias Antropológicas de la misma universidad, donde estudió la poética, las canciones y presentaciones ante el público de las murgas a partir de mediados de los ’80. Su trabajo se centró en los cambios producidos en un proceso que la investigadora determina como de “resurgimiento”, cuando la actividad murguera comienza a practicarse durante todo el año. “Aunque para 1985 quedaban muy pocas murgas y en algunos barrios comenzaban a formarse dos o tres nuevas, a mediados de los ’90 fueron treinta y cinco, y cerca de 2000 crecieron hasta ser cien. Con el retorno de la democracia se produjo toda una movida en cuanto a la recuperación del espacio público, no sólo desde los movimientos populares, sino también desde el Estado.”

Ese panorama comenzó a profundizarse, a fines de 1980, con la apertura de talleres. “Fue entonces cuando se produjo un nuevo espacio donde se aprende a ser murguero en muy poco tiempo y la murga muda su centro de los barrios y del aprendizaje folklórico desde la participación familiar. En los talleres se aprende canto, baile, a tocar el bombo con platillos y a escribir las letras de las canciones”, destaca la antropóloga y, además, afirma que la aparición de nuevas generaciones interesadas en el Carnaval “jugó un papel importante en el proceso de resurgimiento”. En esta nueva escena comienzan a formarse agrupaciones donde “el interés de los jóvenes, especialmente de clase media, está puesto en prácticas artísticas, pero ya no al estilo de las escuelas más tradicionales sino con formas más participativas”. ¿Por qué la murga atrajo particularmente a ese estrato socio-etario? “Ellos se involucran con expresiones artísticas que permitan formas más democráticas de participación y que no requieran una formación estructurada o estandarizada, ni escuelas de música, teatro o conservatorios.”

Además de los jóvenes, para que ese paradigma cambiara, fue necesaria la emergencia de otro actor que participara activamente en el nuevo modelo. “Muchos de los viejos murgueros de los barrios fueron quienes comenzaron a enseñar en los nuevos talleres; ellos identificaron, a través del interés que mostraban los jóvenes, que eran poseedores de una forma de arte popular. Así pudieron revalorizar sus propios conocimientos y formas de expresión”, indica.

El discurso irónico es otra de las características que rescata la antropóloga. “La crítica es un tipo de canción dentro de la presentación de las murgas que es considerada central. Es una construcción lírica que se edifica a partir de la ironía, la burla, la inversión de los sucesos o personajes que hayan tenido algún interés durante los sucesos del año anterior.” “Con la crítica, que puede ser de una o hasta tres canciones, se pretende mostrar que la interpretación popular de las noticias o de los hechos considerados importantes por la política, la sociedad o el espectáculo son de una importancia relativa”, amplía. Por el orden de aparición, las canciones reciben tres clasificaciones. En la presentación o canción de entrada se menciona el nombre de la agrupación, barrio de origen o ciertas características propias de la agrupación (la más antigua, la que se destaca por su baile) y se hacen promesas de brindar alegría y felicidad. Funciona como “carta de presentación”, donde se mencionan los colores de pertenencia.

El homenaje es otro de los tipos de canciones. En este caso, se destaca algún personaje con reconocimiento o anónimo. “Pueden haber canciones de homenaje referidas al barrio de Saavedra, a su murga o a Goyeneche –ejemplifica la investigadora–. La canción de homenaje forma parte del discurso crítico porque al resaltarse los valores de esa figura o personaje se contrastan con los valores de los que se burlaban, anteriormente, en las canciones de crítica. Es una canción que puede o no hacerse y cuya interpretación es patrimonio de las formas más tradicionales.” El cierre de cada murga llega con la canción de despedida o retirada, donde se suele hacer alusión al “mito del eterno retorno del carnaval”, a la idea del entierro y renacimiento del festejo. “En las canciones se habla mucho del ‘volveremos’, ‘esta murga seguirá’ o ‘hasta el otro Carnaval’, bajo una idea de permanencia en el tiempo”, describe Canale.

La antropóloga considera que el proceso que llevó a las actividades de Carnaval a ser declaradas Patrimonio Cultural de la Ciudad de Buenos Aires en 1997 fue interesante porque inauguró una negociación entre legisladores porteños y murgueros, que “generó un proyecto conjunto donde los murgueros tuvieron que organizarse entre sí e institucionalarse para poder mediar con el Estado”. Antes, el corsero era un empresario que organizaba todo y las agrupaciones “trabajaban cada una por su lado con mucha competencia entre ellas para obtener los mejores lugares de actuación. Pero con la intervención estatal, al que muchos consideran un ‘gran corsero’, las agrupaciones tuvieron que coordinarse entre sí para generar un espacio importante de participación”, puntualizó.


26/9/09

hoy presentamos

la murga los bakanes de aeroparque presentan el espectaculo la ciudad del olvido en el teatro auditorium a las 21 hs.los esperamos!!!!!!!!!!!!!