27/8/09
20/8/09
18/8/09
dia del niño en aeroparque
un muy lindo dia compartido entre la murga y la gente del barrio,logrado por los chicos de la murga realizando un gran esfuerzo organizativo en el cual se realizaron distintas actividades,entre ellas,juegos varios,maquillaje,se regalaron globos,golosinas,una merienda para todos los chicos,una obra de teatro infantil (mil gracias a georgina)y un cierre con la murga tocando para su gente.muchas gracias a todos los padres que dieron una mano y a la gente del barrio por compartir una vez mas actividades con la murga
pd:aca el enlace con más fotos del dia que compartimos junto al barrio(copiar y pegar)
http://www.facebook.com/album.php?aid=2011702&id=1568313629&l=5e122694b9
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dia del niño
1/8/09
Un murguero de los de antes
Fue la voz mítica de temas como “Brindis por Pierrot” y “Adiós juventud”. Con su muerte se va una parte importante de la historia de la murga uruguaya, que encontró su expresión más auténtica en los tablados, antes que en los escasos registros de estudio de su obra
El cantautor Washington “Canario” Luna, uno de los artistas legendarios del Carnaval uruguayo, la voz mítica de temas como “Brindis por Pierrot” y “Adiós juventud”, falleció el jueves pasado en Montevideo, a los 70 años, víctima de cáncer, tras pasar varios días hospitalizado. Con él muere una parte importante de la historia de la murga uruguaya, que encontró su expresión más auténtica en los tablados y en las presentaciones populares, antes que en los escasos registros de estudio de su obra.
El músico llegó a dar un último concierto en Buenos Aires en junio pasado, dentro del ciclo M.P.U. (Música Popular Uruguaya), en el teatro IFT, junto a Alejandro Balbis, Emiliano Muñoz, Zurdo Besio y Pinocho Routín. Otra de sus últimas apariciones fue en el documental uruguayo Hit, que rastreaba los temas emblemáticos del país.
Canario Luna era un uruguayo de pura cepa, en pinta y en esencia. Eso sí: las declaraciones públicas lo solían llevar por terrenos cenagosos, porque no era un hombre de andarse con grises. Si tenía que confirmar que se había peleado con Jaime Roos, por ejemplo, declaraba no conocerlo, serio. “No me interesa la gente que no conozco”, completaba. Era, también, de los que sostenían que todo tiempo pasado fue mejor. Había vivido la transformación de la murga y el Carnaval uruguayos a lo largo de un par de décadas, y así la definía, en un reportaje a este diario: “Es como el fútbol: el fútbol de antes era mejor. Con la murga pasa lo mismo. Ahora se está mezclando mucho con el teatro. Estamos haciendo movimientos que no se sabe si son de murguistas o de maricas. Coreografías, se llaman”.
La vehemencia transformaba a Luna en un personaje pintoresco, de esos que se aman o se odian, pero por lo general se aman. “Antes ensayábamos en un terreno húmedo un mes y medio, y había trescientos tablados. Ahora hay veinte tablados y ensayan cinco meses. Y encima ves muchachos que se mancan. ¿Cómo puede ser?”, seguía comparando. “Antes nos pintábamos nosotros, ahora hay maquilladores. Antes el director daba el tono a pulmón, con la voz, ahora lo ensayan con amplificación y con la guitarra. Ese es el único cambio positivo, la guitarra, porque no te mata tanto los pulmones. Pero después, lo veo todo muy emperifollado. Y si vos cantás pobreza, no podés llevar traje de oro.”
Washington “Canario” Luna empezó su actividad en los tablados a los 13 años, cuando también trabajaba como lustrador de zapatos y vendedor de diarios. También fue trabajador portuario, durante 35 años. Pero su vida fue la murga, que transitó desde 1956, cuando arrancó con Los pichones de antaño, hasta 2000, cuando salió por última vez con la murga La Clarinada. En el medio formó en La Milonga Nacional, o en los inicios de Falta y Resto. Hasta que replegó: “Dejé porque, como dijo Obdulio Varela, hay que saber retirarse a tiempo”, explicó. En la historia del Carnaval uruguayo dejó, sin dudas, la marca de su voz potente, aguda y expresiva, y de una personalidad a la que le pueden caber los mismos adjetivos.
A pesar de lo extenso de su carrera, su discografía fue poco prolífica. Editó en los ’80 Otra vez carnaval, en 2000 Por la vuelta, y el reciente Por la vuelta, producido por Alejandro Balbis, que incluye murgas, candombes, coros de sobremesa con amigos y hasta una ranchera cantada a dúo con José Luis “Pepe” Guerra, integrante del dúo “Los Olimareños”. Está claro que Luna fue un músico de tablado, de club, de cancha, mucho más que de estudio. Y temas como “Brindis por Pierrot”, “Adiós Juventud”, “El grito del canilla”, “El tiempo me enseñó”, “El himno a Nacional”, “El cuplé del timbero” o “El alacrán” quedarán grabados para siempre en su voz, más allá de la perfección técnica, o de los registros de estudio.
Luna transitó escenarios con una cantidad de artistas entre los que se contaban Alfredo Zitarrosa o Jaime Roos (a este último lo había olvidado en los últimos años, claro), con murguistas como Tabaré Cardozo o Pitufo Lombardo, y con Araca la Cana, Falta y Resto, Los Diablos Verdes, Los Curtidores de Hongos, el grupo Repique, dirigido por Alberto Magnone, entre tantas otras formaciones. En los últimos años una suerte de revalorización de su figura lo llevó a realizar giras por Estados Unidos, Canadá, España y Australia, donde lo esperaban fervorosas legiones de exiliados uruguayos. “Era un tipo frontal, directo, difícil, aun para sus amigos, y polémico, pero poseedor de una de las mejores voces de carnaval de todos los tiempos”, lo definió uno de sus amigos y colega murguero durante 25 años, tras la noticia de su muerte. Algunas de sus últimas declaraciones públicas lo confirman: “Hay mucha rosca en los carnavales y el Canario nunca se sumó a eso. Está lleno de murgas que se suben por la izquierda y después cobran por la derecha”, soltaba, por ejemplo. Y sumaba atributos a su descripción: se definía como un viejo murguero, obsesivo, jugador de quiniela y ruleta. Y como un hombre que se había criado en la calle, “la mejor escuela de vida”.
Era, también, un tipo agradecido. Nunca olvidaba mencionar que le debía la vida al carnaval. “Gracias a él soy Canario, o sea, yo. Muchas veces me cruzan por la calle y me gritan ‘chau, Washington’, y yo sigo de largo. Ya no me acuerdo que me llamo Washington.” Apoyaba públicamente al Frente Amplio, y en épocas electorales subía con una banderita al escenario. “Yo no tuve la suerte de estudiar, pero me doy cuenta de que en tan poco tiempo no se puede hacer mucho”, defendía la gestión del Frente. “Los que tenían que hacer algo por el país pasaron 160 años robándose todo. Hay que esperar: esto no es soplar y hacer botellas.”
Luna fue sepultado ayer en el Cementerio del Norte de Montevideo. No murió en su ley; lo hizo en la cama de un hospital. Pero en Montevideo son muchos los que levantaron una copita de ginebra, en un último brindis por
El cantautor Washington “Canario” Luna, uno de los artistas legendarios del Carnaval uruguayo, la voz mítica de temas como “Brindis por Pierrot” y “Adiós juventud”, falleció el jueves pasado en Montevideo, a los 70 años, víctima de cáncer, tras pasar varios días hospitalizado. Con él muere una parte importante de la historia de la murga uruguaya, que encontró su expresión más auténtica en los tablados y en las presentaciones populares, antes que en los escasos registros de estudio de su obra.
El músico llegó a dar un último concierto en Buenos Aires en junio pasado, dentro del ciclo M.P.U. (Música Popular Uruguaya), en el teatro IFT, junto a Alejandro Balbis, Emiliano Muñoz, Zurdo Besio y Pinocho Routín. Otra de sus últimas apariciones fue en el documental uruguayo Hit, que rastreaba los temas emblemáticos del país.
Canario Luna era un uruguayo de pura cepa, en pinta y en esencia. Eso sí: las declaraciones públicas lo solían llevar por terrenos cenagosos, porque no era un hombre de andarse con grises. Si tenía que confirmar que se había peleado con Jaime Roos, por ejemplo, declaraba no conocerlo, serio. “No me interesa la gente que no conozco”, completaba. Era, también, de los que sostenían que todo tiempo pasado fue mejor. Había vivido la transformación de la murga y el Carnaval uruguayos a lo largo de un par de décadas, y así la definía, en un reportaje a este diario: “Es como el fútbol: el fútbol de antes era mejor. Con la murga pasa lo mismo. Ahora se está mezclando mucho con el teatro. Estamos haciendo movimientos que no se sabe si son de murguistas o de maricas. Coreografías, se llaman”.
La vehemencia transformaba a Luna en un personaje pintoresco, de esos que se aman o se odian, pero por lo general se aman. “Antes ensayábamos en un terreno húmedo un mes y medio, y había trescientos tablados. Ahora hay veinte tablados y ensayan cinco meses. Y encima ves muchachos que se mancan. ¿Cómo puede ser?”, seguía comparando. “Antes nos pintábamos nosotros, ahora hay maquilladores. Antes el director daba el tono a pulmón, con la voz, ahora lo ensayan con amplificación y con la guitarra. Ese es el único cambio positivo, la guitarra, porque no te mata tanto los pulmones. Pero después, lo veo todo muy emperifollado. Y si vos cantás pobreza, no podés llevar traje de oro.”
Washington “Canario” Luna empezó su actividad en los tablados a los 13 años, cuando también trabajaba como lustrador de zapatos y vendedor de diarios. También fue trabajador portuario, durante 35 años. Pero su vida fue la murga, que transitó desde 1956, cuando arrancó con Los pichones de antaño, hasta 2000, cuando salió por última vez con la murga La Clarinada. En el medio formó en La Milonga Nacional, o en los inicios de Falta y Resto. Hasta que replegó: “Dejé porque, como dijo Obdulio Varela, hay que saber retirarse a tiempo”, explicó. En la historia del Carnaval uruguayo dejó, sin dudas, la marca de su voz potente, aguda y expresiva, y de una personalidad a la que le pueden caber los mismos adjetivos.
A pesar de lo extenso de su carrera, su discografía fue poco prolífica. Editó en los ’80 Otra vez carnaval, en 2000 Por la vuelta, y el reciente Por la vuelta, producido por Alejandro Balbis, que incluye murgas, candombes, coros de sobremesa con amigos y hasta una ranchera cantada a dúo con José Luis “Pepe” Guerra, integrante del dúo “Los Olimareños”. Está claro que Luna fue un músico de tablado, de club, de cancha, mucho más que de estudio. Y temas como “Brindis por Pierrot”, “Adiós Juventud”, “El grito del canilla”, “El tiempo me enseñó”, “El himno a Nacional”, “El cuplé del timbero” o “El alacrán” quedarán grabados para siempre en su voz, más allá de la perfección técnica, o de los registros de estudio.
Luna transitó escenarios con una cantidad de artistas entre los que se contaban Alfredo Zitarrosa o Jaime Roos (a este último lo había olvidado en los últimos años, claro), con murguistas como Tabaré Cardozo o Pitufo Lombardo, y con Araca la Cana, Falta y Resto, Los Diablos Verdes, Los Curtidores de Hongos, el grupo Repique, dirigido por Alberto Magnone, entre tantas otras formaciones. En los últimos años una suerte de revalorización de su figura lo llevó a realizar giras por Estados Unidos, Canadá, España y Australia, donde lo esperaban fervorosas legiones de exiliados uruguayos. “Era un tipo frontal, directo, difícil, aun para sus amigos, y polémico, pero poseedor de una de las mejores voces de carnaval de todos los tiempos”, lo definió uno de sus amigos y colega murguero durante 25 años, tras la noticia de su muerte. Algunas de sus últimas declaraciones públicas lo confirman: “Hay mucha rosca en los carnavales y el Canario nunca se sumó a eso. Está lleno de murgas que se suben por la izquierda y después cobran por la derecha”, soltaba, por ejemplo. Y sumaba atributos a su descripción: se definía como un viejo murguero, obsesivo, jugador de quiniela y ruleta. Y como un hombre que se había criado en la calle, “la mejor escuela de vida”.
Era, también, un tipo agradecido. Nunca olvidaba mencionar que le debía la vida al carnaval. “Gracias a él soy Canario, o sea, yo. Muchas veces me cruzan por la calle y me gritan ‘chau, Washington’, y yo sigo de largo. Ya no me acuerdo que me llamo Washington.” Apoyaba públicamente al Frente Amplio, y en épocas electorales subía con una banderita al escenario. “Yo no tuve la suerte de estudiar, pero me doy cuenta de que en tan poco tiempo no se puede hacer mucho”, defendía la gestión del Frente. “Los que tenían que hacer algo por el país pasaron 160 años robándose todo. Hay que esperar: esto no es soplar y hacer botellas.”
Luna fue sepultado ayer en el Cementerio del Norte de Montevideo. No murió en su ley; lo hizo en la cama de un hospital. Pero en Montevideo son muchos los que levantaron una copita de ginebra, en un último brindis por
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